Es difícil creer en el amor de tu vida cuando te la encuentras comprando flores de plástico para otro en un chino. El amor es relativo, lo más einsteiniano que existe, me dijo. Yo ya no sabía si estaba dentro de una comedia de Woody Allen o en esa otra película, perteneciente al género fantástico, que llaman realidad. Los hombres no merecéis flores de verdad, insistió después de pagar con un billete de cinco euros. Olvidé la causa por la que estaba en un chino, qué puñetas había ido a comprar, me veía desde fuera, un hombre ridículo con un maletín en la mano pidiendo explicaciones a una mujer que compra flores falsas. ¿Por qué no olvidamos este momento? Si lo piensas bien podría no haber existido, dejemos la película donde estaba antes de este absurdo encuentro, mi amor. ¿Cómo podía pensar yo que un hombre tan elegante como tú compraba las verduras en el chino?, me preguntó desafiándome, su mirada era un taladro en mis órbitas. Las verduras son de primera necesidad, repliqué con el orgullo herido pero agradecido de que me hubiera recordado el motivo más inmediato de mi existencia. Las flores son un capricho, además odio que me las regalen, mi amor, añadí, satisfecho . Ni la mejor carcajada de la historia del cine, de Rita Hayworth a Marilyn, podría superarla. Era curioso ver a una mujer tan elegante encorvarse casi hasta los pies con la mano derecha apretando el vientre. ¿No conoces al guionista mi amor, no me digas que todavía no lo conoces?, me dijo al fin con la voz entrecortada por la risa. Antes de irme recordé la noche anterior, una cena tranquila en su casa, sin flores, dos divorciados que rehacen sus vidas, en el amor hay que tener suerte, de lunes a domingo, salvo los jueves, mi amor, que tengo el taller de guiones de cine.
FRANCISCO GALLARDO RODRÍGUEZ (Sevilla)
Autor de La Última Noche y el Rock de la Calle Feria
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